Préstamos hipotecarios


Préstamos hipotecarios

En estos préstamos, una entidad deja dinero basándose en una garantía real, que consiste en la hipoteca de un bien inmueble (vivienda, plaza de garaje, trastero, local, solar, etc). Se trata de préstamos a medio-largo plazo (entre 15 y 30 años). Podemos encontrar diferentes tipos de préstamos hipotecarios dependiendo del tipo de interés (fijo, variable o mixto), el tipo de cuota que paguemos o el tipo de moneda en el que se pague el préstamo (normal o en divisas).

Los préstamos hipotecarios son aquellos destinados a financiar la compra de una vivienda y, en ocasiones, la puesta en marcha de un negocio. Además de implicar cantidades de dinero superiores a las de los préstamos personales, los distintos tipos de préstamos hipotecarios cuentan con una garantía real para el banco. Es decir, si el cliente no devuelve el dinero del préstamo, el banco puede hacer vender el inmueble hipotecado para resarcirse de la deuda, y se también puede convertirse en el propietario de la vivienda financiada.

Además de los dos tipos mencionados, los préstamos también se diferencian en función de si tienen aval o no. Contar con un aval a la hora de solicitar un préstamo supone una forma de garantizar el cumplimiento de las obligaciones económicas adquiridas. El avalista se declara dispuesto a hacer frente a los compromisos del avalado, es decir, a pagar el capital prestado más los intereses en caso de que el prestatario no pueda. Ahora bien, para ser avalista hay que cumplir una serie de características, entre otras:

  • Ser mayor de edad: este requisito puede no cumplirse en algunos casos muy puntuales y excepcionales.
  • Tener solvencia: el avalista debe tener unos ingresos superiores a las obligaciones adquiridas con el banco por el solicitante del préstamo.
  • Ingresos estables: además de solvente, la persona que avala tiene que tener garantizados sus ingresos en la medida de lo posible.
  • Tener propiedades libres de carga: este requisito es especialmente importante si se trata de préstamos hipotecarios, ya que el avalista podría cubrir las condiciones del préstamo con su propia vivienda.

Contar con un aval es siempre una señal de confianza que aumenta mucho las probabilidades de que el banco apruebe el préstamo solicitado sea del tipo que sea. También cabe recordar que si el titular no paga el préstamo, el avalista deberá pagar la deuda con sus bienes presentes y futuros.

Un préstamo hipotecario es aquel cuya finalidad es la concesión de una determinada cantidad de dinero que irá destinado a la compra o restauración de un bien inmobiliario. Este tipo de financiación además de implicar cantidades de dinero superiores a las de los préstamos personales, cuenta con una garantía real para la entidad financiera. En caso de que el cliente no tenga la capacidad de devolver el dinero comprometido en el préstamo, la empresa crediticia puede vender el inmueble hipotecado para resarcir la deuda o convertirse en el propietario de la misma. Así, al contar con una garantía efectiva, es una de las operaciones de préstamo más seguras para la entidad que la concede.

Debido a las elevadas cantidades concedidas, los plazos para su devolución suelen ser más largos y el tipo de interés a pagar más reducido.

El importe máximo concedido por la entidad financiera suele rondar el 80 % del valor de tasación del bien inmueble y la cuota a pagar suele situarse en el 35 % de los ingresos netos mensuales de la persona que lo solicita.

Como hemos visto, un préstamo es un compromiso que no se debe tomar a la ligera. Para poder hacer frente y sacar la mayor rentabilidad, debemos adquirir un conocimiento previo de los tipos de préstamos y sus características particulares, así como realizar un estudio de nuestras capacidades financieras para hacer frente a la deuda en los plazos establecidos.